Este es un viaje del cual siempre tardamos varios días, semanas o meses en publicar la crónica. Esto se debe, por un lado, a que coincide con un buen puñado de otras actividades fotográficas invernales, pero la razón principal es la inmensa cantidad de fotos que hay que revelar y seleccionar. Este año hemos querido darle prioridad y aun así hemos tardado casi un mes, así que os podéis hacer a la idea de la cantidad de material y el tiempo invertido.
Y es que este viaje ha estado repleto de risas, buenos momentos y un montón de fotografías. Un año más hemos podido retratar a los animales estrella, como el bisonte europeo o el pigargo europeo, además de otras especies como el alce, el corzo, el ciervo rojo, el camachuelo o el busardo ratonero, entre otros. En esta ocasión nos ha acompañado una atmósfera increíblemente invernal que ha ayudado a captar unas fotografías más impactantes y a vivirlo todo de un modo muy especial. Os contamos como ha sido la experiencia.
Las semanas previas no parábamos de observar el parte meteorológico, que parecía apuntar a una semana bien blanca y con bajas temperaturas. La previsión acertó de pleno y este año pudimos gozar de unas condiciones meteorológicas espectaculares, que permitieron fotografiar la atmósfera invernal y la dureza de las condiciones en las que viven los animales con toda naturalidad.
La estrella del viaje, el bisonte europeo, no se hizo de rogar, y como de costumbre, pudimos fotografiarlo en una gran variedad de ambientes, desde el bosque cerrado a las llanuras abiertas, en grandes grupos, pero también de forma aislada. Incluso pudimos fotografiar grupos de hembras con sus crías. La variedad de momentos en que pudimos retratar a este mamífero, que renació de una extinción casi asegurada, nos permitió comprobar como cada individuo tiene su propio carácter y personalidad, así como algunos rasgos físicos que ayudan a identificarlos.
En los días de safari en vehículo 4 x 4 también observamos una gran variedad de otros animales, entre los cuales destacaron el ciervo rojo y el corzo. Los ciervos suelen mostrarse en grupos relativamente grandes, y pese a que son animales bastante miedosos, nos regalaron bonitas estampas, en especial durante una salida de sol mágica en el linde del bosque primario.
Los corzos se mueven en grupos más pequeños y son extremadamente asustadizos, y por ello mucho más difíciles de fotografiar. Sin embargo, cuando uno consigue un clic satisfactorio la imagen nos muestra un rostro peludo lleno de belleza.
Los safaris también nos regalaron visiones fugaces del zorro, al que seguimos el rastro hasta los restos de lo que un día fue un jabalí. También pudimos ver algunas aves, como el camachuelo, el agateador, el reyezuelo listado o la perdiz pardilla, que pudimos fotografiar en variadas ocasiones, destacando una bonita puesta de sol con espectaculares tonos rosados. Aunque quizás el más gracioso de todos fue un ejemplar de cárabo de hizo del campanario de la iglesia del pueblo el posadero ideal.
Las sesiones de hide también tuvieron mucho movimiento este año: el pigargo europeo, nuestra estrella invernal alada del viaje, hizo acto de presencia en los dos aguardos donde realizamos esperas, y nos regalaron bonitas estampas con diferentes luces y atmósferas. Incluso nos permitieron jugar con exposiciones largas para registrar el movimiento de los copos de nieve.
Sin embargo, los que más alegría aportaron al obturador de nuestras cámaras fueron los busardos ratoneros, que aparecían por doquier con ganas de disputarse la merienda. La diversión, sin duda, la dieron un grupo de cuervos cizañeros, que no paraban de provocar a los busardos tirando de sus alas para que estos se pelearan.
Otras aves que fotografiamos desde los aguardos fueron el pico picapinos, el pico mediano, el trepador azul, el carbonero común y el palustre, el arrendajo euroasiático, el herrerillo común y el capuchino, y el petirrojo. Algunas de estas aves son comunes y fáciles de ver y fotografiar en nuestro país, pero el juego que aporta el ambiente invernal es realmente especial.
La obligada visita al área especialmente protegida del bosque de Bialowieza, como siempre, dio el toque paisajista al viaje, además de proporcionar, gracias a nuestra guía local, un montón de información valiosa sobre este tipo de bosques y por qué son tan importantes.
Después de pasar varios días en Bialowieza nos trasladamos a la zona de Biebrza, donde nuestro objetivo principal era ver al alce. Sin embargo, la meteorología empeoró bastante, con vientos más o menos fuertes e intensas nevadas que provocaron que la mayoría de los animales se resguardaran en la espesura del bosque.
Lo que nos faltó de alces lo superamos con los maravillosos paisajes nevados del bosque, donde decidimos dedicar un tiempo a recorrer una pista poco frecuentada para inmortalizar una nieve que teñía todo de blanco. De hecho, si no fuera por los troncos de pino rojo se podría decir que fotografiábamos en blanco y negro.
Entre tanto árbol nevado tuvimos pocos pero impresionantes encuentros con ejemplares de ciervo rojo y corzo, que amenizaban la jornada de infructuosa captura fotográfica de alces. Por suerte, los alces que no vimos en Biebrza quedaron compensados por los ejemplares que nos sorprendieron en la zona de Bialowieza, donde observarlos es mucho más raro.
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Sin darnos cuenta llegó el final de la aventura. Ha sido un viaje con una meteorología inmejorable, atmósferas invernales, muchísimas oportunidades fotográficas y un reducido grupo de maravillosas personas que decidieron apostar por nosotros en esta experiencia.
Muchas gracias por compartir estos días con nosotros: Marta, Jona, Xavier, Carme, Xavier y Jaume. Esperamos que atesoréis de esta aventura tantos buenos recuerdos como nosotros. Y tú, que estás leyendo esto y te gusta lo que ves, aún estás a tiempo de apuntarte a la próxima edición de este viaje o a cualquiera de los otros que tenemos programados. Puedes verlos aquí.