De todos los viajes complicados en época de pandemia creo que este se ha llevado la palma, y es que hemos tenido que viajar por turnos para cumplir con la normativa COVID, de modo que los que aún no teníamos las dos dosis de la vacuna (entre los cuales me incluía yo) debíamos viajar antes para cumplir con la cuarentena.
Sin embargo, el sacrificio ha valido la pena por estos días de libertad extrema que hemos experimentado en la naturaleza salvaje. Unos días en los que el buen tiempo ha acompañado a lo largo de esta segunda edición del viaje, pudiendo cumplir no solamente con las expectativas en cuanto al zorro ártico, sino que, a su vez, hemos podido realizar excursiones a través de las cuales fotografiar el imponente paisaje de la zona.
Y es que no en vano se dice que está siendo el verano más caluroso del siglo en Islandia. Las temperaturas rondaban los 17 grados en una zona en la que se pueden dar saltos de alegría si algún día sale el sol o se sube de los 10 grados. Esta meteorología inusual nos permitió explorar la zona y ampliar el territorio a través del cual buscar a los zorros.
Un buen comienzo
Nuestro primer día en la península decidimos estirar las piernas y recorrer parte de los acantilados. La excursión, sencilla pero no apta para los que sufran de vértigo, nos brindó impresionantes panorámicas a la vez que nuestros primeros zorros.
Estos primeros encuentros fueron con zorros adultos, que, como nosotros, recorrían los acantilados. En su caso no se trataba de disfrutar de las vistas, sino de buscar comida con la que alimentar a sus cachorros. Esta es la época del año más estresante para los adultos, pero a su vez es la que ofrece un mejor buffet libre en cuanto a aves, de modo que deben aprovechar todo su tiempo y energía a esta labor.
Caminando por los dominios del zorro ártico
El segundo día el viento, el sol y las nubes acompañaban de nuevo, de modo que decidimos hacer la excursión más larga y bonita del viaje. A través de este recorrido circular pudimos ver la parte más impactante de los acantilados, en los que nidifican diferentes especies de aves como el arao, el fulmar boreal, el frailecillo o el alca torda. Sin embargo, me atrevería a decir que lo más impactante de esta excursión son las vistas, que, acompañadas de una buena luz, pueden dar pie a buenas fotografías de paisaje.
La guinda del día la puso el encuentro de una familia de zorros, cuyos cachorros parecían más interesados en juguetear entre ellos que en la comida que los padres esparcían por el lugar. Esta camada se componía al 100% de ejemplares de blue morph (pelaje azul), pero uno de los cachorros presentaba la curiosidad de unos ojos especialmente claros que te dejaban totalmente hipnotizado.
Cuando se toman fotografías en las inmediaciones de una madriguera hay que ser especialmente cauteloso y respetuoso. Es por ello que tras un rato tomando fotografías decidimos abandonar el lugar. Cada zorro tiene su carácter propio y mientras algunos son muy confiados otros son más asustadizos. En esta época del año los adultos frecuentan la madriguera para ir dejando comida a las crías y nuestra presencia podría alterar la frecuencia de las visitas de los padres.
De regreso al campamento base y antes de nuestra suculenta cena, algunos decidimos dar un paseo por los alrededores, cuyo fruto fue cruzarnos con tres cachorros aprendiendo a buscar su propia comida entre las algas de la playa en marea baja. Una buena guinda para un día perfecto.
Aves marinas y zorros mojados
Al día siguiente nuestro guía local, Justin, nos llevó en zodiac a visitar los acantilados desde el mar. La perspectiva que uno obtiene desde este nuevo punto de vista es impresionante, aunque sin duda el balanceo del mar dificulta notablemente la toma de fotografías, sobre todo si trabajamos con teleobjetivo. Aun así, la experiencia fue muy grata, con el regalo adicional de un baile de luces marcado por el compás de las nubes.
Después de pasar dos horas esperando en una zona de interés para fotografiar al zorro sin éxito y tras recibir las primeras gotas de una lluvia que duraría toda la tarde, decidimos cambiar de sitio y probar suerte en otra zona. Y valió la pena, pues descubrimos una nueva familia de zorros en la que casualmente uno de los cachorros era un ejemplar blanco.
Por desgracia siguió lloviendo toda la tarde y esto hizo algo incómoda la sesión, pero sobre todo el problema era que los zorros estaban en una zona con hierbas altas y tomar fotografías fue bastante complicado. Por ello decidimos aprovechar un poco más el paisaje y regresar a ver esta familia de zorros al día siguiente.
Una familia numerosa
Y así lo hicimos: al día siguiente el día estaba algo más tranquilo en cuanto a lluvias y esto nos permitió ir un poco más relajados. Los zorros también estaban muy tranquilos, tanto que tuvimos que armarnos de paciencia y esperar a que despertaran, pues dormían apelotonados junto a la entrada de su madriguera.
Por suerte, finalmente pudimos ver algo de actividad y contarlos, pues al separarse pudimos ver que había nada menos que siete cachorros en total. La zona, rodeada de coloridas flores también tenía rastros de la presencia de los padres, en forma de pedazos de aves y cabezas de pescado, que los cachorros aprovechaban para mordisquear.
Decidimos regresar al campo base para comer y dejar tranquilos a los cachorros y, por la tarde, cambiamos el chip de los zorros por el del paisaje. Una nueva excursión nos llevó a cruzar un paisaje desnudo con dunas de arena negra frente a un circo de montañas y cascadas.
De regreso volvimos por la playa siguiendo el ir i venir de huellas de zorro, conchas y medusas varadas a causa de la marea baja. Durante el recorrido pudimos ver algunas aves interesantes, entre las que destacó una bandada de chorlitos dorados, que si bien quedaban perfectamente camuflados en el suelo, impresionaba verlos volar.
Esta noche nos esperaba una maravillosa sorpresa para cenar: Justin salió a pescar mientras estábamos de excursión y ahora teníamos bacalao islandés más que fresquísimo para celebrar nuestra última cena en este lugar apartado del mundo. A la mañana siguiente pasamos las últimas horas con los cachorros de al lado del campamento, que daban la bienvenida a los primeros rayos de sol en días haciéndose una pelotilla peluda y dormitando sobre los cantos rodados de la playa.
Un viaje que no termina
Un viaje normal hubiera terminado aquí, pero antes de salir acordamos alargar unos días esta aventura para acercarnos al volcán Fagradalsfjall, que sigue en erupción desde mediados de marzo. Con esta idea alquilamos un vehículo y aprovechamos para hacer un poco más de turismo por la península de Reykjaness (en la que se encuentra el volcán).
Durante los días de más que se alargó el viaje pudimos, aparte de fotografiar el volcán, visitar algunos lugares curiosos como una cueva en un túnel de lava y los pestilentes secaderos de pescado al aire libre, ver un par de zonas geotermales con lodos hirvientes y fumarolas, fotografiar un buen puñado de aves interesantes, como zarapitos, ostreros, vuelvepiedras rojizos, faralopos picofinos, charranes árticos, agujas colinegras, chorlitos dorados o chorlitejos grandes, e incluso encontramos una ballena varada en la playa.
Pero si, el puntazo final del viaje fue poder visitar por segunda vez el volcán Fagardalsfjall en erupción.
Para ello reservamos tres días, pues sabemos que en función de los gases y la dirección del viento la zona se cierra por seguridad. Además hay que tener en cuenta la posibilidad de lluvia o niebla o incluso el hecho de que el volcán ya no está tan “activo” como hace unos meses.
Por suerte nuestra primera intentona fue la buena. Pudimos ver erupcionar el volcán en repetidas ocasiones, y aunque uno ya no puede acercarse tanto como antes por los ríos de lava que se han creado en los valles circundantes, es realmente impresionante ver la magnitud que está alcanzando el campo de lava, que en cuestión de tiempo terminará por llegar al mar.
Sin duda, un viaje impresionante que se va superando cada vez que lo repetimos. No hsy dos viajes iguales como no hay dos copos de nieve iguales y esto queda demostrado con esta segunda edición de la expedición zorro ártico de verano.
Si quieres vivir estas aventuras en vez de leerlas, consulta nuestros próximos viajes fotográficos aquí.
Muchas gracias a los que me habéis acompañado en este viaje y habéis compartido tantos buenos momentos: Júlia, Joan, David, Anggie i Joan Ramón. ¡Después de tantos días juntos, más que compañeros de viaje somos una pequeña familia!
Si queréis ver más fotos de este viaje os dejo una pequeña galería:
1 comentario en “Expedición zorro ártico – verano de 2021: crónica y fotos”
Fantàstic viatge amb molt bon ambient. A l’estiu també és preciós i no m’extranya que alguns de vosaltres ja estigueu abonats a fer-lo cada any!
Felicitats Marta!