Hace mucho que no escribo una entrada en este blog y he querido hacerlo para hablaros de la reciente experiencia vivida durante la última edición de este viaje que hace años organizo con los amigos de AUSTRALphoto y Descubrir Tours. Un viaje que, una vez más, ha demostrado la máxima del fotógrafo de naturaleza: el mal tiempo es, realmente, buen tiempo.
Y es que esto es algo difícil de entender cuando a uno le llueve, le nieva y le azota el vendaval en la cara durante varios días seguidos, pero está demostrado y es una de las lecciones más importantes para el fotógrafo de naturaleza: mientras que los días soleados y agradables disfrutaremos de buenas temperaturas y paseos agradables, los resultados fotográficos difícilmente transmitirán sensaciones o sobresaldrán entre la ristra de imágenes ya existentes. Sin embargo, rápidamente descubriremos que la calidad de los resultados fotográficos y su poder de transmitir y emocionar son inversamente proporcionales a la meteorología adversa.
Así pues, nos hemos enfrentado a un febrero-marzo complicado en Islandia, con tormentas que han levantado olas de hasta 14 metros de altura y con alertas amarillas y naranjas moviéndose constantemente e norte a sur y de este a oeste. Esto, sin embargo, nos mantuvo más que distraídos en los paisajes de costa, mezclando el mar embravecido con las furiosas olas y el ir y venir de la nieve y las tormentas.
Y es que es muy impactante para alguien que vive frente al mar Mediterráneo contemplar una nevada en la costa. Y qué decir de caminar entre icebergs varados entre la arena negra volcánica de la costa Sur de Islandia.
Sin embargo no todo fue costa en este viaje; también nos acercamos a zonas más elevadas e incluso pudimos explorar una cueva de hielo y avistar algunos glaciares desde la distancia. Estos glaciares funcionan como enormes ríos helados que avanzan a una velocidad imperceptible, creando cascadas de hielo, túneles y cuevas en su incansable y continuo avance.
Contrastando con las formaciones de hielo pudimos fotografiar formaciones de roca basáltica de lo más curiosas. Pilares hexagonales que nos cuentan cómo se formó la isla, aportando un toque científico e histórico por un lado, mientras que por otro, formaciones también basálticas llamadas trölls nos hablan de mitología y folklore.
¿Y qué decir de las cascadas? Islandia es un lugar donde uno puede acabar hasta cansado de ellas, pues las hay por todas partes, de todas las formas posibles, anchas, estrechas, pequeñas, enormes, escondidas, al lado de la carretera, en medio de un cañón, desembocando en el mar… En nuestro itinerario pudimos fotografiar algunas de las más bonitas, bajo un manto de nieve o repletas de estalactitas.
Por suerte, y aunque de corta duración, los vientos, la nieve y la lluvia nos dieron un par de treguas nocturnas durante las que pudimos disfrutar del avistamiento de las Luces del Norte o Auroras Boreales. No solo eso, sino que además pudimos fotografiarlas sobre algunos de los paisajes más icónicos de nuestros recorrido.
Aun así, lejos de los grandes momentos de luz y paisajes icónicos, en estos viajes siempre hay lugar para la sorpresa y aprovechamos cualquier animal, luz o textura que nos llama la atención poniendo a prueba nuestra creatividad y nuestras dotes compositivas.
Sin duda ha sido un viaje muy emocionante y especial. Personalmente y como siempre, lo he disfrutado como si de mi primera vez se tratara y es que es una de las cosas que más me gustan de Islandia, que nunca es igual. Muchas gracias por acompañarme Joan, Xavier, Anggie, Nuria, Mauri y Joan, lo he pasado en grande con vosotros.