Hace unos días regresábamos de la última edición de nuestro viaje fotográfico “Expedición zorro ártico”, que organizamos para grupos extremadamente reducidos de fotógrafos en los confines de Islandia. Como ya es costumbre en nuestros viajes, hemos pasado unos días increíbles en la naturaleza salvaje, de los cuales guardamos recuerdos asombrosos, tanto en forma de experiencias vividas como a través de nuestras fotografías.

En este viaje acampamos en una playa remota durante 6 días y contamos con una enorme tienda que usamos a modo de campo base donde juntarnos, comer, relajarnos y cargar baterías. El resto del tiempo lo pasamos siguiendo los rastros del zorro ártico y tratando de fotografiarlo. Nuestro viaje de este verano no ha estado exento de sorpresas, y es que nada más llegar descubrimos que una familia de zorros había situado su madriguera aprovechando el suelo de nuestra cocina como techo. Esto nos permitió tener la comodidad de saber que una familia de zorros nos esperaba siempre “en casa”, pasara lo que pasara en nuestras incursiones diarias a las diferentes zonas a explorar.

Los cachorros estaban muy activos día y noche. De hecho, de madrugada y bajo el sol de medianoche aprovechaban la tranquilidad y la ausencia de turistas y paparazzis para saltar, brincar y corretear entre y sobre las tiendas de nuestros viajeros. Parecía que disfrutaban como si hubiéramos montado un parque de atracciones zorruno. Una noche sobre las tres de la madrugada y gracias a un auténtico sigilo pude ser testigo de tal fiesta nocturna.

Otra sorpresa ha sido el buen tiempo, y es que Islandia nos suele tener acostumbrados a nubes, lluvias, fuertes vientos y niebla densa, así que tener tres días seguidos de “sol” ha sido increíble. El mar estaba tranquilo y la falta de viento tenía contentas a las pequeñas moscas que hacía mucho no solían molestarme (estas pequeñas moscas quedan “incapacitadas” cuando hay una mínima brisa). También ha sido la primera vez en que he usado manga corta en este lugar, casi apetecía bañarse en el mar…. Casi.


Este “buen tiempo” nos ha facilitado poder explorar el paisaje a través de varias excursiones, sobre todo durante los primeros días. Recorrer el paisaje multiplica las posibilidades de encontrar nuevas familias de zorros, pero además es emocionante y divertido. Subir de cota, asomarse a los acantilados para observar aves o descubrir lagos y riachuelos es toda una aventura llena de belleza. Por si fuera poco, durante una de nuestras excursiones nos atrapó una niebla extraña. Al regresar al campamento y a través de la información satelital descubrimos que no se trataba de una niebla corriente, sino de ceniza volcánica causada por una nueva erupción en la península de Reykjaness.



Así pues, los siguientes días siguió llegando algo de ceniza, incluso a nuestro regreso a la capital el aire se notaba enrarecido y existían ciertas recomendaciones para niños y personas con problemas respiratorios. A día de hoy la erupción se ha detenido, pero seguro vendrán más tarde o temprano. Sea como sea, este cambio de atmósfera permitió fotografiar a los zorros de un modo distinto a los primeros días, con luces mucho más suaves.



También hemos tenido la oportunidad de observar una gran variedad de aves, como el arao común y sus crías, el frailecillo atlántico o el alca torda, muy típicas de los acantilados islandeses. También hemos podido fotografiar al correlimos oscuro, el chorlitejo semipalmeado y el chorlito dorado, algunos ejemplares de cisne cantor, unos pocos pero preciosos ejemplares de colimbo chico (alguno con su cría) y grupos de gaviota tridáctila. Por supuesto, también los omnipresentes cuervos y fulmares boreales.




En cuanto a nuestros peludos amigos, hemos podido observar y fotografiar una gran cantidad de comportamientos. Hemos visto como los adultos buscan comida insaciablemente para sus crías mientras estas descansan o pasan el rato jugando. Hemos aprendido a seguir pistas a través de huellas, excrementos y restos de comida. Hemos visto como los adultos aprovechan alimento descartado por otros animales, como por ejemplo las focas, para llevarse el botín a la madriguera. Hemos visto como los adultos mantienen escondites o “despensas” cerca de la madriguera para tener comida de sobras y a mano. También hemos visto juegos y riñas entre adultos, así como madres protectoras, mentoras y compañeras de juegos para sus pequeños. En definitiva, un show incomparable.



Todo ello ha hecho de esta una aventura inolvidable. Una más que queda en el cajón de INDOMITUS y a la que esperamos le sigan muchas más. Muchas gracias por acompañarnos Jackie, Montse, Marc y Xavier. Y tú, que estás leyendo estas líneas y no has venido aún con nosotros no lo pienses más y ven a la próxima. ¡Ya tenemos fechas publicadas… También para la edición de invierno (guiño, guiño)!
