Acabamos de regresar de la segunda edición de nuestro phototrekking más aventurero, Ibones y estrellas, que se celebra cada año en un lugar diferente del Pirineo y lo más desconocido posible. En esta excursión acampamos y/o dormimos en refugios no guardados para experimentar la naturaleza en soledad.
En esta ocasión escogimos una zona muy poco transitada del Pirineo aragonés, que nos regaló excelentes momentos, posibilidades fotográficas y experiencias para toda la vida.
El primer día iniciamos la aventura en la falda de la montaña, donde nos sumergimos en el espesor del bosque, que empezaba a teñirse de otoño. Los colores representaban toda la paleta cromática entre el verde y el rojo, pasando por diferentes tonos de amarillo y naranja. Bajo los árboles, un caudaloso río resonaba con la fuerza adquirida por las lluvias de los últimos días. La verdad es que daba mucha alegría ver el río tan lleno después de la persistente sequía de los últimos meses.
El bosque nos mantuvo distraídos toda la mañana: horas que parecían minutos buscando composiciones entre los retorcidos árboles, las curvas del río y las pequeñas setas que aparecían en los lugares menos sospechados.
Una vez saciados del bosque tomamos nuestros vehículos para subir un puerto de montaña hasta el lugar donde comenzaría nuestra excursión de montaña. Al empezar, la meteorología nos sorprendió con una lluvia que pronto se convirtió en nieve, añadiendo un punto más aventurero a esta excursión.
Mientras subíamos al collado la precipitación cesó, pero dio paso a una danza de nubes y nieblas ascendentes que recorrían las montañas desde la base hasta la cima. Un espectáculo del que gozamos desde el punto más elevado de la excursión: a ambos lados del collado se desplegaban vistas impresionantes hacia el infinito.
Durante el descenso hacia un nuevo paisaje la hierba de color pajizo se mostraba salpicada de numerosos ibones de montaña de distintos tamaños y formas. En medio de todos ellos nos aguardaba un pequeño refugio de madera, nuestro hogar durante las próximas dos noches.
Una vez en el refugio desplegamos nuestros sacos de dormir y preparamos un buen chocolate caliente para recuperar fuerzas, mientras el más valiente del grupo se decantaba por acampar en solitario en el exterior.
Por la noche el viento aullaba con fuerza, entre nubes lenticulares y una luna casi llena que iluminaba el paisaje. Dentro del refugio y después de una buena cena regada con vino y un postre de panellets, el grupo decidió por unanimidad quedarse en el acogedor interior del refugio, dejando la fotografía nocturna para la noche siguiente, con la esperanza de una meteorología más favorable.
Sin embargo, el día siguiente amaneció bastante nublado. De tanto en tanto algunas gotitas, unas veces en forma de agua y otras en forma de nieve, salpicaban el paisaje. Aun así, después de un buen desayuno cogimos nuestros equipos fotográficos y nos decidimos a explorar los alrededores.
Por la mañana ganamos algo de altura para disfrutar de la vista de los diferentes ibones del lugar que salpicaban el paisaje, mientras que por la tarde realizamos una segunda excursión alrededor de un promontorio rocoso para descubrir el fondo del valle y el bosque que fotografiamos el día anterior. Pasamos la tarde retratando algunos ejemplares de pino negro bastante singulares, y de regreso descubrimos un nuevo ibón y una cabaña de pastor. Finalmente regresamos al refugio con las últimas luces del día y brindamos con una buena taza de caldo de verduras para entrar en calor mientras encendíamos las velas que iluminarían nuestra cena.
Esta segunda noche la meteorología empeoró, castigándonos con lluvias y vientos fuertes que resonaban en el exterior mientras nos acurrucábamos en nuestros calentitos sacos de dormir. Por suerte, a la mañana siguiente la lluvia cesó, y después de desayunar recogimos el refugio para dejarlo tal y como lo encontramos antes de empezar el camino de regreso.
La vuelta hacia el collado empezó con una visibilidad perfecta, pero a medida que ganábamos altura las nubes nos fueron envolviendo hasta que el paisaje desapareció. Una experiencia muy curiosa, avanzar y solo ver el camino bajo nuestros pies. De nuevo, una vez más, comprobamos que se trata del phototrekking más aventurero del año.
Finalmente llegamos a los vehículos envueltos en una niebla intensa, así que decidimos despedir esta emocionante excursión frente la chimenea de un restaurante de montaña, donde rememoramos los mejores momentos de esta aventura.
¡Gracias Fernando, Jaume, Chema y Xavier por acompañarnos de nuevo en una de nuestras aventuras! Y tú, que estás leyendo esta crónica y te estás muriendo de envidia por no haber venido, ya puedes revisar nuestros próximos phototrekkings aquí.
¡Os dejamos con algunas fotos de este phototrekking!
1 comentario en “Ibones y estrellas 2023: Crónica y fotos”
Quina sortida mes maca!! Petons a tots!!