Laugavegur

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Marta Bretó

Laugavegur es uno de los recorridos de excursionismo más importantes de Islandia y está listado por National Geographic como una de las excursiones más bonitas del mundo. Este apasionante recorrido atraviesa montañas de riolita multicolor, campos de lava con obsidiana negra, aguas termales, zonas volcánicas activas, lagos transparentes como un espejo, un desierto de arena negra y termina en una exuberante zona arbolada que constituye uno de los pocos bosques del isla. El recorrido oficial consta de cuatro etapas, pero se puede alargar y hacer variaciones. A lo largo de las diferentes jornadas podemos ser testigos del cambio en el paisaje islandés.

senderistas y glaciar

Aproximación

Nos despertamos a las 6 de la mañana y vamos a desayunar a toda prisa en la pastelería más conocida de Reykjavík. Unos minutos más tarde nos encontramos correteando bajo la lluvia en dirección a la estación de autobuses. 

Llegamos a tiempo y el bus ya está preparado, así que cargamos nuestras mochilas y tomamos asiento. Sorprendentemente las vistas más bonitas se encuentran en la ventana opuesta. Aun así, no puedo parar de fotografiar los caballos islandeses que bajo la lluvia y la niebla siguen encaprichados en comer hierba.

Después de 4 horas a través de paisajes inhóspitos llegamos al punto de partida de nuestro trekking: Landmannalaugar.

Este nombre tan estrambótico quiere decir “los baños de todos”, y es así porque en este lugar existen unas pozas naturales de agua caliente. De hecho, muchas de las personas que han llegado con nuestro autobús se han quedado en este punto y no pretenden realizar ninguna excursión. Nosotros, después de comer un poco y distribuir el contenido de las mochilas, empezamos el que se conoce como uno de los mejores trekkings del mundo: Laugavegur.

A lo largo de cuatro días caminaremos cruzando montañas multicolor, glaciares y desiertos de arena negra hasta llegar a Þórsmörk (el bosque de Thor), uno de los pocos bosques de la isla.

Etapa 1

Empezamos a caminar a las 13 h y avanzamos muy lentamente, pues el paisaje es increíble e incomparable con nada que hayamos visto antes, por lo tanto, no puedo parar de tomar fotografías.

Al rato de caminar nos topamos con una montaña rodeada de fumarolas y con un potente olor a huevos podridos (azufre), pero con una coloración excepcional.

Continuamos ascendiendo y poco a poco empezamos a dejar atrás las montañas multicolor de Landmannalaugar: rojos, verdes, amarillos, blancos y azules se mezclan caprichosamente en distintas partes de las laderas.

Pasamos mucho rato deambulando por estos paisajes de ensueño. Poco a poco vamos ganando altura en dirección al refugio de Hrafntinnusker. Pasamos más fumarolas, más montañas y más colores, hasta que en un momento nos vemos envueltos por una intensa niebla.

Es una niebla muy espesa. Tanto, que a medida que pasa el tiempo perdemos visibilidad de tal manera que nos vemos con dificultades para seguir las pocas balizas que marcan el camino. De repente, en medio de la niebla aparece un monolito de piedra: se trata de un recordatorio de un joven excursionista que perdió la vida en este lugar al desorientarse en una tormenta de nieve.

Los nervios están a flor de piel, pero ahora somos conscientes de la proximidad del refugio, pues ya habíamos leído información sobre la existencia de esta placa.

La niebla sigue espesándose y pronto nos encontramos con un segundo monolito, este en memoria de un hombre mayor que el anterior, muerto en abril de este mismo año.

De repente nos encontramos con un glaciar, y pese a que ya no vemos las balizas entendemos que toca cruzarlo, pues parece que haya pasado alguien antes que nosotros. Continuamos a ciegas, hasta que al cabo de un rato me parece oír unas voces en la distancia. Miro en todas direcciones pero no veo nada. Confío en mis oídos y voy hacia las voces. Poco a poco entre la niebla empieza a dibujarse la figura del refugio. Hemos llegado.

Etapa 2

Nos despertamos y después de desayunar salimos a ver cómo se presenta el día. La niebla aún está presente y aunque nos hacemos un poco de rogar, al final decidimos salir y empezar a caminar.

Al cabo de un rato parece que la niebla se va disipando y aparece el paisaje. Ya no hay montañas multicolor, ahora son rojizas y están cubiertas de nieve.

Como siempre nuestro ritmo es más bien lento, pues es imposible no detenerse a fotografiar la maravilla que guardan estos paisajes. El camino tiene subidas y bajadas y el paisaje es siempre impactante: montañas, glaciares, fumarolas…

Después de varias horas de caminar llegamos a un punto desde el cual tenemos una vista panorámica de un gran lago, a las orillas del cual se encuentra nuestro segundo refugio, Álftavatn.

A partir de este punto toca bajar por un camino pedregoso en el que encuentro la tapa de un objetivo Nikon que alguien ha perdido.

Una vez pasada esta zona llegamos a un punto que sabíamos que tarde o temprano encontraríamos: el cruce de un río helado.

Hay que decir que ya nos habíamos preparado para este momento y que hemos traído calzado especial para ello, pues sabemos que no va ser la única vez en todo el trekking que nos toque vadear un río, así que nos armamos de valor y lo cruzamos.

Al principio el agua está helada, y a medida que avanzamos la sensación es cada vez es más extrema. Por suerte el río es relativamente estrecho. Una vez al otro lado nos secamos y notamos los pies como nuevos.

Seguimos nuestro camino hasta el refugio, al que llegamos a las 16 h.

Etapa 3

Tras despertarnos echamos una mirada al exterior. Parece que hay un poco de niebla, aunque todo apunta a que hoy va a llover. El camino empieza muy suave, pero nada más comenzar ya nos toca cruzar el primer río.

En el cielo se van alternando zonas azules con nubes, y de tanto en tanto alguna apertura deja pasar los rayos del sol, que inciden sobre diversos puntos del paisaje.

A medida que avanzamos el paisaje cambia, perdiendo los verdes y marrones por un negro volcánico. Nos acercamos al desierto de Mælifellssandur. Pero antes, otro río.

Este ya no nos hace tanta gracia, pues se ha levantado viento y empieza a lloviznar. Además, cabe recordar que todos estos ríos son de origen glaciar y que, por lo tanto, están tremendamente fríos. Por si fuera poco este es más ancho, más profundo y con más corriente que los anteriores, pero logramos cruzarlo. Al terminar los pies duelen una barbaridad y ya no queda aquella sensación agradable de reactivación de la circulación, sino un frío de la ostia.

Seguimos con nuestro camino, ya adentrados en el desierto de arena negra, con la visión lejana de algunos glaciares y un viento gélido que nos frena el paso y que además nos obsequia con una lluvia intermitente pero incansable. La parte buena es que, de tanto en tanto, el paisaje nos regala una sorpresa en forma de arcoíris.

Después de mucho y mucho caminar, de luchar contra el viento y de cambiar los objetivos de espaldas a la lluvia para retratar la crudeza del paisaje, logramos llegar al refugio de Emstrur, situado a los pies de un imponente glaciar.

Allí nos da la bienvenida la guarda del refugio vestida de vikinga. Se trata de una pequeña cabaña con capacidad para unas 15 personas. Nada más llegar nos tomamos una poco gloriosa fideuá de sobre y descansamos un poco.

Hemos llegado sobre las 17 h, tras caminar unas 7 horas y media. Después de descansar un poco hemos decidido volver a salir para hacer una pequeña excursión que nos ha recomendado la guarda-vikinga y que nos lleva a descubrir las impresionantes vistas del cañón Markarfljótsgljúfur. Sin duda esta excursión adicional ha valido la pena.

Etapa 4

Hoy nos despertamos pronto y empezamos a caminar a las 7, pues no queremos ir apresurados y tenemos una hora de llegada, pues solamente hay un bus que nos lleve de regreso a Reykjavík.

Nada más empezar encontramos un cartel informativo con las pautas de actuación en caso de inminente erupción del volcán Katla, al que al parecer le empieza a tocar (lo hace una vez cada pocos años). Por lo visto estamos dentro de la zona de riesgo. En caso de erupción se avisa lanzando cohetes hacia el cielo. Si los vemos debemos ganar tanta altura como podamos, pues por lo visto los gases venenosos que expulsa el volcán se expanden por las zonas más bajas.

Seguimos nuestro camino y en un rato nos queda a la vista la conocida montaña “casco de vikingo”, que como cabe imaginar toma el nombre de su curiosa forma.

Pasamos por un puente que cruza un impresionante cañón. Poco a poco el paisaje se va volviendo más verde. El camino de hoy tiene fuertes subidas y alguna que otra bajada, siempre manteniendo en el horizonte la montaña del casco del vikingo. Hacia la mitad del camino nos encontramos con el mayor de los ríos de todo el trekking.

Es tan grande que hay que cruzar los meandros uno a uno y con cuidado, buscando las zonas con menor profundidad y corriente. Realmente ha sido largo y complicado, pero al final lo hemos logrado. Al otro lado, nos espera, por fin, el bosque de Þórsmörk.

Este “bosque de Thor” consiste en una amplia extensión de abedules enanos, las hojas de los cuales tiñen el oscuro suelo de amarillo y marrón.

Después de diversos desvíos en el bosque terminamos por encontrar un cartel que informa que estamos a tan solo 2 km de Húsadalur, el lugar donde debe aparecer nuestro autobús. Y no solo eso; parece ser que aquí hay otro refugio con un bar-restaurante donde aprovechamos para recuperar fuerzas y celebrar el fin del recorrido.

El viaje de regreso a Reykjavík se nos hace más corto que a la ida. Ahora llevamos menos peso en la mochila, pero atesoramos un buen puñado de experiencias y una tarjeta repleta de fotografías.

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Marta Bretó

Fotógrafa de naturaleza y guía de montaña y de viajes. Disfruto recorriendo los paisajes más variados y las noches más estrelladas con la intención de captar en imágenes los aspectos salvajes y bellos que ofrece la naturaleza.

Amante incondicional de la naturaleza y la fotografía, hago de mi pasión mi forma de vida, además de utilizar mi trabajo para motivar la conservación y el respeto hacia la vida salvaje.

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