Recién regresamos de nuestro ya clásico “Montgarri invernal”. En esta ocasión un pequeño grupo de tan solo 4 phototrekkers me acompañó a este lugar tan especial de la Val d’Aran. Sin embargo y como reza el dicho, “en el pote pequeño se encuentra la buena confitura”, y es que como ya es costumbre, en estas actividades no solo disfrutamos del paisaje y la fotografía, sino también de la buena compañía.

En esta ocasión estuvimos constantemente pendientes de las previsiones meteorológicas, que anunciaban abundantes precipitaciones. Una pequeña diferencia de temperatura podía suponer lluvia o nieve. Lo que estaba bastante claro es que la nubosidad nos iba a impedir la fotografía nocturna… ¿O quizás no del todo?

El sábado por la mañana el día amaneció bastante bien. Sin embargo, en el fondo del valle poco a poco empezaron a formarse nubes, que poco a poco ascendían acariciando los bosques y posteriormente las cumbres nevadas. Al poco, una copiosa lluvia fina nos envolvió, pero justo antes de comenzar la excursión con raquetas dejó de llover. El cielo permaneció nublado, pero esta tregua nos permitió comenzar el día con ilusión.

Como de costumbre, nuestro ritmo “de fotógrafos” suposo que en las primeras dos horas apenas recorriéramos un kilómetro; y es que ya se sabe, el “paso de fotógrafo” es bastante lento, sobre todo cuando hay tantas posibilidades en el entorno: el paisaje, el cielo amenazador, los esquiadores y tantos detalles más, marcaban nuestro avance.

Y así fue. Después de una parada para comer reanudamos el camino con la maravillosa sorpresa de que ahora estaba nevando. Y quizás es triste decirlo, pero eramos muy conscientes de nuestra suerte, pues durante este invierno apenas ha caído nieve en esta zona. Fue un regalo muy bien recibido que nos permitió retratar el paisaje inmerso en una atmósfera verdaderamente invernal. Solo había que ver nuestras sonrisas de oreja a oreja mientras los copos de nieve caían.

Por la tarde llegamos al refugio de Montgarri, donde pasaríamos la noche. Pero antes aprovechamos la luz restante del día para explorar los alrededores y fotografiar el paisaje, el icónico campanario del santuario y las ruinas del pueblo abandonado de Montgarri. Incluso nos fijamos en pequeños detalles, como por ejemplo los coloridos líquenes presentes en las rocas más grandes del camino.

Después de cenar y pese a que la noche no prometía demasiado, nos armamos de valor y salimos a ver qué podíamos captar. El cielo estaba totalmente cubierto. Sin embargo, durante un breve instante las nubes abrieron un pequeño hueco por el que asomaron la cabeza las constelaciones de Orión, Tauro y las Pléyades.

A la mañana siguiente, después de un buen desayuno, emprendimos el camino de regreso. La primera sorpresa del día fueron dos grupos de ciervos que pastaban unos metros más arriba del santuario. En esta ocasión no contábamos con teleobjetivos adecuados, pero el simple hecho de poder encontrar y observar estos animales en su entorno natural es suficiente regalo para nuestros ojos.

La mañana se presentaba fría, pero nada más llegar los primeros rayos del sol el calor hizo acto de presencia. En esta ocasión, decidimos regresar por un nuevo camino que se adentra en el bosque de pino negro y permite acceder a un lugar privilegiado desde el cual pudimos disfrutar de unas bellísimas vistas.

En el suelo y durante los dos días, descubrimos rastros de diversos animales como el ciervo, la chova, el zorro, el pico picapinos o la ardilla. Algunos de estos rastros eran en forma de huellas, pero también aprendimos a identificar algunos excrementos o restos de comida y huesos.

Finalizamos nuestra excursión con un buen puñado de fotografías en nuestras tarjetas y un montón de recuerdos y experiencias para nuestra memoria. ¡Muchas gracias por acompañarme: Carme, Xavier y Guillermos! Espero que lo hayáis pasado genial y que pronto volvamos a coincidir cámara en mano. Y tú, que estás leyendo esta crónica y te estás muriendo de envidia por no haber venido en esta ocasión, ya puedes revisar nuestros próximos phototrekkings aquí.
