No hay nada menos motivante que salir de la tienda por la mañana y verte atrapado en medio de la niebla y sin visibilidad, mientras una fina lluvia acompaña al viento que te golpea la cara y piensas que no puedes permitirte un día de descanso, que es necesario avanzar a ciegas, caminando sin saber cómo son los paisajes que estás cruzando y ser únicamente capaz de apreciar el punto exacto donde pisan tus pies.
Sin embargo, estos días más difíciles son los que después se recuerdan con mayor intensidad. Son aquellos que crean la aventura y la anécdota. Algo parecido ocurre con la fotografía de paisaje: mientras que en los días de cielo radiante y soleado podemos disfrutar de las experiencias vividas, cuando llegamos a casa y vemos las fotografías en el ordenador descubrimos un buen puñado de imágenes insípidas, sin nada que las haga especiales. Por el contrario, los días de viento, nieve, niebla o lluvia nos regalan las mejores instantáneas.
Esto es así porque cuando conseguimos plasmar la meteorología adversa en una fotografía, esta obtiene el poder de transmitir nuestras sensaciones al espectador, haciéndole sentir el frío, el viento o la nieve que nosotros sufrimos. De esta forma conseguimos que, por un momento, el espectador sienta lo que nosotros sentíamos en el momento de pulsar el disparador. Creamos un vínculo, una conexión.
Lo mismo ocurre en las fotografías en las que mostramos un excursionista o la fauna salvaje del lugar: Mostrar el clima en el que vive un animal salvaje hace empatizar al espectador, que ve la dureza de los elementos con los que convive el sujeto fotografiado. Cuando se trata de una persona empatizamos más y por un momento nos convertimos en esa persona. Vemos lo que ella ve, sentimos lo que ella siente y somos capaces de compartir el recorrido y el paisaje que aparece en la imagen. Éste es el poder de la fotografía y de la meteorología adversa.
He tomado algunas de mis fotografías favoritas en momentos extremos de meteorología adversa. En 2017 una tormenta me mantuvo presa en mi propia tienda de campaña durante una semana en el noroeste de Islandia. Mientras temblaba de frío en el interior, en el exterior dos perdices nivales hacían su baile nupcial. Pude captar el momento aprovechando mi propia tienda cubierta de nieve como escondite.
En septiembre de 2020 otra tormenta me sorprendió en la Laponia sueca, a más de 6 días a pie de la primera carretera o camino. Durante tres días el viento sopló con rachas de más de 30 m/s. La tienda amenazaba con romperse en cualquier momento, y aunque a ratos el viento y la lluvia parecían detenerse, enseguida volvían con más fuerza. Curiosamente, durante aproximadamente una hora al día la tormenta amainaba y las luces se movían por las montañas de nuestro alrededor, hasta hacía poco invisibles por culpa de la cortina de agua.
¡Y qué decir que después de la tormenta viene la calma! Después de una tormenta es necesario estar muy atento a las posibilidades fotográficas. Por un lado hay que estar atento a la posibilidad de formación de un arco iris (siempre y cuando nos encontremos entre el Sol y la tormenta, como explico en esta otra entrada).
Pero después de una buena tormenta no solo hay que estar atento a los posibles arcoíris. Después de llover, la vegetación se muestra con colores saturados y brillantes. También hay que prestar atención a los pequeños detalles, como las gotas de agua que han quedado suspendidas sobre las hojas de las plantas, las setas o las flores, el juego de luces y sombras que bailotean sobre el paisaje y las nubes o las montañas que van apareciendo cuando las nubes se disuelven. Por último, hay que tener en cuenta que las puestas de sol son siempre mejores en días nublados o después de una buena lluvia, cuando las nubes amenazadoras comienzan a desvanecerse y a teñirse de tonos rojizos, magentas y anaranjados.
Sin embargo y sin lugar a dudas, de entre todas las opciones de meteorología adversa existentes, mi predilección es por los días de niebla en excursiones por el interior de bosque, ya que se crean unas atmósferas muy especiales, casi mágicas. Los primeros planos, tremendamente nítidos, se van desdibujando a lo largo de la imagen conforme navegamos hacia sus planos más alejados. Esto nos permite crear imágenes muy variadas y crear sensación de misterio.
Como podéis ver, y llevando la contraria a toda persona que no sea aficionada a la fotografía, la peor meteorología es, sin duda alguna, un día soleado y sin nubes. Aun así, esto no imposibilita crear buenas imágenes bajo un cielo azul radiante, por ejemplo utilizando a nuestro enemigo el Sol como elemento de la fotografía, como explico en esta otra entrada.
¿Qué te ha parecido esta entrada? ¿Te animas a salir a fotografiar cuando haya “mal tiempo”? ¡Esperamos que sí! Si quieres venir con nosotros a fotografiar bajo cualquier tipo de meteorología no te pierdas nuestra sección de phototrekking. Y si quieres aprender más sobre fotografía de paisaje echa un vistazo a nuestro curso online de fotografía de paisaje natural 😊
3 comentarios en “Fotografía con meteorología adversa”
Casi me has convencido con tu entusiasmo.!
Miraré el mal tiempo con buena cara y al ataque. Miraré la meteo para elegir el “mejor” dia de fotos. Espero que coincidamos en alguna salida. Lo miro.
Gracias
Com afecta la pluja a les càmeres de fotografiar?
Depén de la càmera. Avui dia, la majoria de les càmeres de gama mitja-alta estàn segellades a l’aigua i la pols. Això ha de venir indicat a l’embalatge i les instruccions del teu model.