SAREK. Capítulo II

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Marta Bretó

2020 Está resultando un año muy complicado y no solo por lo que toca a los viajes. A principios de marzo los rumores del coronavirus empezaban a mutar desde la parodia hasta el pánico mundial. El inicio de la pandemia me cogió en Islandia, mientras guiaba dos de mis viajes fotográficos de invierno.

El primero transcurrió sin problemas, pero el segundo se cortó en seco al estallar el estado de emergencia, obligándonos a regresar a casa, donde nos confinaríamos los siguientes tres meses.

Durante el verano algunos países han empezado a abrir fronteras y a permitir el turismo, manteniendo unas mínimas medidas de seguridad. Así pues, en julio me pude estrenar con mi primer viaje INDOMITUS llevando un grupo de cuatro personas a Hornstrandir.

Poco a poco se acercaba septiembre, nuestro mes ideal para los trekkings, pero con la pandemia aún encima no tenemos demasiadas opciones disponibles. Canadá y Alaska están descartados, pues aún no se puede viajar allí. Irán parece que pronto abrirá, pero todavía no existen demasiadas garantías de ello, de manera que ponemos nuestro punto de mira en Dovrefjell (Noruega). Desgraciadamente, durante las últimas semanas también deciden cerrar sus fronteras a turistas procedentes de España.

De golpe descubrimos una pequeña ventana: Suecia está abierto y sin restricciones de ningún tipo. De repente nuestra mente viaja de nuevo a Sarek, donde hace cuatro años dejamos una ruta sin terminar a causa de un cambio de planes… El Rapadalen nos espera.

12 de septiembre

Salimos de Barcelona en dirección a Frankfurt, donde hacemos la primera escala. En el aeropuerto de Barcelona no había colas, puesto que prácticamente no hay nadie. Las tiendas están cerradas, es una sensación extraña. Aun así nada que ver con el aeropuerto de Estocolmo, la segunda de nuestras escalas y la más larga y desesperante.

Llegamos a las 23:50 h y todos los pasajeros del avión se van a su casa. Nos quedamos totalmente solos en la terminal. Parece un aeropuerto fantasma. Por si fuera poco hace frío y nos tendremos que quedar a dormir, ya que nuestro siguiente vuelo no sale hasta las 11:35 h del día siguiente. Va a ser una noche muuuuy larga…

13 de septiembre

Después de una dura y gélida noche en un “sofá” del aeropuerto de Estocolmo y de un desayuno que deja mucho que desear cogemos nuestro avión a Kiruna.

Llegamos a las 13 h y un reloj digital marca que estamos a 11 grados. Hace sol.

Cogemos el autobús que nos deja a 10 minutos del hotel. Cuando llegamos descubrimos por sorpresa que sin darnos cuenta hemos reservado el mismo alojamiento que tuvimos en 2016.

Nada más llegar comemos, pero estamos exhaustos por las pocas horas “dormidas”. Aun así, después de dejar las maletas en la birria de habitación que nos han dado nos marchamos de expedición por el pueblo en busca de gas para cocinar durante el trekking.

No es tarea fácil, pues hoy es domingo y la mayoría de las tiendas están cerradas. Aun así, después de una buena yincana medio zombis terminamos por encontrarlo en una gasolinera.

Una última cena de restaurante, una ducha caliente (no muy agradable debido a que la ducha da asco) y nos vamos a dormir porque estamos completamente reventados.

14 de septiembre – DÍA 1

Parece que por fin esta noche hemos podido descansar.

Nos levantamos y comemos todo lo posible en nuestro desayuno buffet libre del hotel. Es nuestra última comida normal hasta el 28 o el 29 de septiembre, así que hay que aprovechar.

A las 10 h cogemos el bus que va a la estación de tren de Kiruna. Allí cogemos el primer tren en dirección a Gällivare, donde toca hacer transbordo a un bus que finalmente nos deja en Suorva, nuestro punto de partida, que además es el mismo del último trekking en 2016.

Son las 17 h y empezamos a caminar resiguiendo la presa de Suorva hasta el inicio del bosque. Este año hemos tenido suerte: el frío ha llegado antes y nosotros empezamos a caminar algo más tarde, por lo que los colores del bosque están en su máximo apogeo.

El suelo y los árboles varían desde el verde al amarillo, pasando por el naranja y el rojo intenso.

Hay frutos del bosque por doquier. Algunos no los reconocemos, pero probablemente no son comestibles. Por suerte sí lo son el empetrum nigrum (crowberry) y el arándano.

Hoy no caminamos demasiado. La idea es tener un primer contacto con la naturaleza de Sarek y pasar la primera noche en el bosque para poder seguir disfrutándolo de día.

Después de 2 h entre arándanos y abedules enanos hemos encontrado el que fue nuestro último campamento en 2016, al lado de un bonito río con cascada, así que decidimos hacer noche aquí.

15 de septiembre – DÍA 2

El bosque se ha hecho más largo de lo que recordábamos. Aun así ha sido espectacular y lo hemos podido aprovechar al máximo, pues sabemos que durante los próximos días no veremos ya más vegetación de este tipo.

El bosque tiene un efecto extraño: primero tienes ganas de subir lo suficiente para dejarlo atrás y comenzar a ver las vistas desde arriba, pero después, una vez fuera de la vegetación empiezas a echar de menos sus colores.

El paisaje sin árboles que te bloqueen la vista es espectacular. El lago infinito y la multitud de montañas que lo rodean, los bosques repartidos por sus faldas y la luz, que de tanto en tanto se escapa entre las nubes e incide caprichosamente sobre un punto del paisaje. Es un escenario idílico que poco a poco dejamos atrás para adentrarnos en un nuevo paisaje.

Llegando al punto más elevado vemos cómo una manada de renos esconde sus cornamentas tras un cambio de rasante. Unos metros más adelante nos espera el primer río a cruzar.

Hace viento y no precisamente calor. El agua está helada. Nos descalzamos, nos arremangamos los pantalones y cruzamos.

En un mal paso, Tato se hunde más de la cuenta y termina con los pantalones completamente empapados. Por suerte sale un rato el sol para compensar el mal rato.

Colgamos los pantalones mojados de la mochila y continuamos avanzando. Un adulto y una cría de reno aparecen entre la tundra y se pasean un buen rato delante nuestro, regalándonos un par de fotografías medio decentes.

Seguimos avanzando con la compañía de una meteorología bastante incierta: parece que quiera salir el sol, pero una densa capa de nubes batalla por la conquista del cielo mientras el viento sopla con fuerza, incrementando así la sensación de frío.

Finalmente, sobre las 18 h encontramos un buen sitio para acampar. Un pequeño lago frente a la montaña piramidal Sluggá. Lástima que la puesta de sol no nos acompañe, pues si el viento se detuviera este sería un lugar óptimo para fotografiar el reflejo de la escena de montaña.

Después de un obligado chocolate caliente y unas cuantas fotos más nos estrenamos con nuestra primera comida deshidratada, la cual por cierto está bastante rica.

De noche el viento se detiene y el reflejo del lago hace acto de presencia. Desgraciadamente está demasiado oscuro, y aunque hay una débil aurora boreal está en el punto del cielo opuesto al que nos interesa. Decido esperar y apostar por mi composición, pero no hay suerte.

16 de septiembre – DÍA 3

Nos despertamos con el cielo nublado y con un poco de viento. De nuevo parece que el sol quiere salir entre las nubes, pero no lo consigue.

El recorrido de hoy prometía poca dificultad y un buen ritmo, pero nuestros cálculos se han ido a freír espárragos según avanzaba el día.

Primero hemos tenido que cruzar un terreno rocoso que parecía no tener fin. Por costumbre hay piedras grandes y piedras pequeñas, piedras secas y piedras húmedas, otras piedras con musgo, y las peores, las que se mueven.

Cuando por fin hemos conseguido dejar atrás la zona de piedras topamos con una zona pantanosa donde procuramos sortear las áreas más húmedas y los riachuelos.

Una vez conseguido hemos alcanzado uno de los peores escenarios que pueden haber en Sarek: la vegetación densa.

No sé cuánto rato hemos necesitado para cruzar la zona de vegetación densa. Parecía como si nunca fuéramos a ser capaces de salir del laberinto de arbolillos. A ratos el suelo estaba inundado, otras veces el enjambre de ramas y troncos hacía imposible avanzar. Incluso ha habido un momento en que la vegetación me llegaba a la altura de los ojos.

No parecía tener fin, pero por suerte después de muchos dolores de cabeza y un par de caídas de bruces en el barro hemos logrado dejar atrás este infierno.

Durante el imposible recorrido hemos encontrado las famosas moras árticas, que ya habíamos visto en nuestro trekking anterior pero que no sabíamos que eran comestibles. Según mi guía de flora y fauna ártica son un delicioso manjar, muy preciado en estas latitudes. Desgraciadamente no nos han gustado nada, de hecho parecían algo pasadas.

Una vez dejada atrás la zona de vegetación densa encontramos algo parecido a un camino, de manera que aprovechamos para seguirlo y avanzar un poco más rápidamente, pues el tiempo va pasando y aún debemos encontrar un buen lugar donde plantar la tienda.

Lo acabamos haciendo al lado de un pequeño lago, mientras el viento aprieta cada vez más fuerte. De hecho, las rachas son tan fuertes que nos preocupa que la tienda lo pueda aguantar. Es por ello que pese al fuerte viento decidimos salir a buscar piedras para colocarlas alrededor de los faldones de la tienda y evitar que el viento la levante.

Hace mucho frío. Esta noche dormimos poco y mal, sufriendo por la integridad de la tienda.

17 de septiembre – DÍA 4

Hoy ha sido un día genial. Parece como si la meteorología y el terreno se hubieran puesto de acuerdo para dejarnos avanzar.

Después de desmontar el campamento hemos recuperado el camino de renos que encontramos ayer y lo hemos podido seguir perfectamente hasta el puente que conecta el parque de Stóra Sjofallets con Sarek.

Por el camino hemos encontrado restos de renos devorados por algún animal. También hemos visto un pequeño mamífero que no hemos podido identificar pero que era alargado u con una cola peluda que recordaba a la de las ardillas, de un tono marrón claro. Por supuesto también hemos encontrado algunos cuernos de reno.

Una vez cruzado el puente hemos empezado a subir hacia el collado que nos ha llevado hacia el siguiente valle.

El punto más alto del collado está a 900 metros y el viento vuelve a soplar. La parte más vertical se compone de musgo y rocas húmedas, algunas de las cuales tienen hielo sobre la superficie. Por si fuera poco las mochilas pesan mucho (hemos comenzado el trekking con 27 kg cada uno). Las vistas desde el collado son magníficas, y una vez al otro lado tenemos la primera visión de los macizos de Sarekjakkha (con la montaña que de nombre al parque) y el Ähpar, que nos muestra de muy de cerca sus glaciares.

Descendemos el collado campo a través hasta que logramos enlazar con un camino de renos. De tanto en tanto vemos marcas que indican que alguien ha pasado recientemente por aquí. Se camina tan bien ahora….

Aún es pronto, pero hemos avanzado tanto que decidimos buscar un sitio para acampar y pasar la tarde tranquilamente gozando de estos paisajes.

Encontramos un lugar perfecto al lado de un riachuelo. Alrededor hay una gran abundancia de arándanos y las vistas son inmejorables.

No hace precisamente calor, pero la alegría de un día bien aprovechado y la actividad de buscar composiciones de un lado a otro nos mantienen en calor.

Hoy lo celebramos con un buen risotto de verduras y un par de fotos nocturnas. Cuando por fin cerramos los ojos dentro del saco comienzan a caer unas débiles gotas de lluvia…

18 de septiembre. DÍA 5

Hoy ha sido un desastre total.

Las cuatro gotas que empezaban a caer al anochecer se han animado durante la noche y poco a poco el viento se ha sumado a la fiesta. El resultado: nos hemos quedado atrapados todo el día y esta noche seguimos en el mismo punto.

Por la mañana las rachas de viento son fuertes pero escalonadas, de manera que decidimos esperar al mediodía para ver si afloja un poco. Lejos de hacerlo la lluvia aprieta y el viento choca cada vez con más violencia contra la tienda.

Por si fuera poco, lo que ayer nos pareció un buen lugar para acampar hoy no lo es tanto: los dos notamos la espalda encorvada a causa de los diferentes desniveles del suelo. Además el terreno hace bajada y cada vez que nos movemos dentro del saco nos deslizamos hacia la zona inferior de la tienda.

Hemos pasado el día como se ha podido: haciendo cafés, chocolates y sopas para mantener la temperatura del cuerpo y leyendo y escribiendo el diario para mantenernos distraídos. Sin embargo la cosa no es nada fácil, ya que cada vez el viento sopla con más fuerza y la tienda empieza a moverse como un contorsionista. Esperamos que el tiempo mejore mañana y que podamos avanzar en nuestra ruta.

19 de septiembre. DÍA 6

Esta noche ha sido terrible. El viento ha sido tan fuerte que no sabíamos si la tienda resistiría las rachas. En dos ocasiones la fuerza del viento ha sido tal que ha arrancado varias piquetas de la tienda e incluso ha abierto la cremallera de la puerta de entrada.

Nos levantamos sobre las 6:30 h y el sol parece sacar la cabeza en la distancia. No obstante, en la dirección hacia la que tenemos que ir sigue oscuro y muy tapado… Tiene tan mala pinta que parece la entrada al inframundo.

Desayunamos mientras fuera empieza a nevar. Poco a poco, durante la madrugada las rachas han empezado a bajar de intensidad, así que decidimos ponernos en marcha sabiendo que nos espera una jornada dura, con viento, lluvia y nieve.

Y así ha sido: hemos caminado sin descanso –entre otras cosas porque si te paras a descansar te congelas en cuestión de segundos– y hemos avanzado bastante recorrido. La lástima es que las condiciones meteorológicas no nos han permitido gozar de las vistas ni pararnos demasiado para tomar fotografías.

Primero hemos dejado atrás el Ähpar, un circo de montañas nevadas con sus glaciares. Debajo está el lago Bierikjávrre, de un color turquesa debido al deshielo procedente de las montañas.

Primero por suelo enfangado, después por piedra y roca y sin descanso, con el viento en contra y la nieve chocando en la cara. Poco a poco vamos accediendo a nuevos paisajes.

Dentro de la dureza del momento contrastan los colores de la vegetación; amarillos, naranjas y rojos contra el blanco de la nieve, cada vez más abundante.

Ahora estamos rodeando el extremo inferior de Sarekjahkka, donde de repente nos sorprende una manada de renos.

Ahora cae aguanieve. Pese a lo arriesgado de la situación decido poner el teleobjetivo con mucho cuidado de que no entre agua dentro de la cámara. Lo consigo con éxito, pero pese a ello el viento hace que la nieve golpee de forma horizontal, cayendo sobre la lente y velando todas las fotos.

Como no podemos detenernos demasiado debido al frío, decidimos continuar avanzando. Ya queda poco para llegar al punto que nos hemos autoimpuesto, pero el destino nos guarda otra sorpresa desagradable: debemos cruzar un río de aguas gélidas.

Hasta el momento hemos tenido bastante suerte porque al estar el otoño tan avanzado la mayoría de ríos y riachuelos bajan con tan poca agua que hemos logrado cruzarlos por algún punto sin necesidad de mojarnos. Desgraciadamente, este no es el caso.

Después del horroroso momento de sumergir los pies en agua procedente de glaciar hacemos un último esfuerzo hasta encontrar el que será nuestro campamento número 6. Está situado bajo un pequeño cambio de rasante que espero pueda protegernos del viento que aún sopla.

Una vez montado el campamento, como si de un espejismo se tratara ha salido el sol y nos ha regalado unos minutos de felicidad y un arcoíris completo. Una vez acabado el momento de gloria ha vuelto a soplar el viento y a llover, así que nos refugiamos en la tienda y preparamos una merienda-cena.

Esperamos que mañana el tiempo mejore, ya que tenemos por delante el punto más complicado de nuestra ruta y no queremos cruzarlo con dificultades meteorológicas.

20 de septiembre – DÍA 7

Nuevamente nos ha tocado una noche movidita con el viento. Parece que la meteorología no nos quiere dar tregua con el viento y la lluvia.

No ha parado en toda la noche, y lo peor es que la condensación dentro de la tienda provoca que se formen pequeñas gotas que cubren todo el interior y que van cayendo sobre los sacos de plumas, que no se deberían mojar.

Ha sido una mañana complicada entre viento, lluvia y condensación. Hemos esperado a que el tiempo mejorara, nuevamente sin éxito.

El itinerario a continuación discurre por un “camino” muy estrecho en una zona rocosa de un acantilado vertical. Es por ello que no debemos hacerlo con viento, y preferiblemente es mejor que no llueva para poder tener el suelo seco y no resbalar en un mal lugar.

Un momento mágico nos alegra el día. Una manada de renos (muy probablemente la misma que vimos ayer) se ha acercado mucho a nuestra tienda sin detectarnos y los hemos podido filmar y fotografiar mientras llovía. Incluso hemos tenido un momento de suerte cuando durante un buen rato ha salido el sol y ha dibujado un arcoíris sobre los renos.

Hemos podido aprovechar bastante este momento efímero, que ha terminado cuando los renos se han ido y la lluvia y el viento han regresado.

Esta noche tocará repetir campamento. Esperemos que el tiempo mejore, porque si mañana no podemos avanzar nuestro objetivo puede verse comprometido

21 de septiembre – DÍA 8

Durante la noche ha apretado el viento, alternando de nuevo con la lluvia.

Nos hemos levantado con un poco de condensación, cosa que provoca que cada dos por tres debamos limpiar con una toalla las gotas que se forman en el techo de la tienda para evitar mojarnos constantemente. Por suerte el viento en este caso ayuda.

Hace tanto viento que debemos esperar unas cuatro horas a que baje la intensidad para poder preparar el desayuno. Cuando lo hacemos, rápidamente regresamos a la protección del interior del saco. El viento es tan fuerte que se nota incluso en el interior de la tienda, haciendo que nos enfriemos más rápidamente.

Así hemos pasado la mañana, hasta que a mediodía parece que la situación mejora. Las nubes se abren parcialmente y dejan pasar algunos rayos de luz que, con muy buena puntería, inciden en la cumbre del Ähpar, que ahora se nos muestra desde un nuevo perfil, antes oculto por la niebla y las precipitaciones. Por un momento pensamos que el tiempo está mejorando y que podremos continuar con nuestra ruta, pero a los pocos minutos nos damos cuenta de que solo era un espejismo. Se vuelve a tapar, el viento empieza a soplar con más fuerza y la lluvia ataca con furia, lateral sobre nosotros y sobre el camino que tenemos delante.

Gracias al trekking que realizamos en 2016 sabemos que hay un refugio de emergencia con un teléfono directo con la policía sueca a unos 8 km de donde estamos. Si el tiempo sigue empeorando es una opción a tener en cuenta, quizás mejor que volver por donde hemos venido.

Meditamos las diferentes opciones viables frente a posibles escenarios mientras preparamos la cena. Cenamos como podemos mientras la tienda se mueve con violencia. El viento aprieta y nieva copiosamente. Será una noche muy larga.

22 de septiembre – DÍA 9

Ha sido una noche imposible. El viento, sin lugar a dudas ha superado los 100 km/h. La nieve tampoco ha cesado y fuera se han acumulado unos pocos centímetros.

La tienda agonizaba, petardeaba y parecía a punto de salir volando o rasgarse en cualquier momento. Las piquetas volaban por los aires y la tela se aplastaba hasta nuestros rostros mientras el viento nos congelaba la nariz, la única parte del cuerpo que sobresale del saco de dormir. Un par de veces partes de la tienda se han desmontado y hemos tenido que salir para reconstruirla. La esperanza de que al amanecer la situación podría mejorar desparece, incluso nos vemos obligados a posponer el desayuno. Llegados a este punto queda totalmente descartado seguir adelante.

El día se levanta pero no sale el sol. Sigue nevando. La nieve cubre todo el paisaje, incluido el complicado paso que nos debía llevar al siguiente valle. Nuestro objetivo se desvanece frente nuestra mirada triste, pero la decisión de desistir es la correcta. Aprovechamos  un momento de calma relativa para desmontar el campamento. Al final hemos decidido probar suerte con el refugio de emergencia, pues el tiempo sigue empeorando y no sabemos si la tienda aguantará más noches como esta, así que intentaremos contactar con el servicio de emergencia, y si no nos dan buenas noticias sobre la previsión meteorológica, muy a nuestro pesar pediremos un rescate.

Ha sido una caminata dura. Tan solo nos separan unos 8 km del refugio de emergencia, pero el viento sopla fuerte y en contra. Sigue nevando, y los copos, como agujas de cristal, impactan con la cara al avanzar. Es difícil saber por dónde pasar, pues la nieve está pintando de blanco perfecto todo el paisaje. A veces cuesta discernir si debajo hay suelo, agua, vegetación, rocas o un agujero. Por si fuera poco nos toca cruzar dos ríos, uno gélido y profundo y el otro gélido y somero, a los pies de una gran cascada.

En cuestión de pocas horas el paisaje ha mutado brutalmente. El juego de colores del otoño que veíamos mientras caminábamos entre arbustos verdes, naranjas, amarillos y rojos ahora es un manto blanco infinito. De tanto en tanto recogemos algún arándano que sobresale entre la nieve, pero se nota que el frío los está estropeando. Pasan las horas y el camino se va haciendo más y más largo, pero por suerte parece que la intensidad del viento y la nieve se reduce. Finalmente, en la distancia vemos la silueta del puente de hierro y el refugio de emergencia.

El refugio son cuatro paredes de madera con una mesa y dos bancos. En una de las paredes está el teléfono de emergencia. Nada más entrar nos ponemos cómodos y cocinamos un poco, sentándonos por primera vez en mucho tiempo con algo de comodidad. Ingerir algo caliente se nos hace extremadamente necesario, de manera que tomamos un té antes de usar el teléfono.

El teléfono es el único en todo Sarek. Se trata de un comunicador por satélite que contacta directa y únicamente con la policía. En la pared hay unas instrucciones muy claras en sueco y en inglés. Las seguimos. Al cabo de un rato se escucha una voz al otro lado de la línea.

Hello?, dice Tato. Hello?, dice la voz. Tato empieza a comentar nuestra situación, pero en seguida un nuevo Hello? nos da a entender que la persona que hay al otro lado no nos escucha. Decidimos volver a intentarlo más tarde, pero no hay manera. No nos oyen, un desastre.

Por lo que parece, llegar hasta aquí no nos ha servido de nada. Mañana tendremos que deshacer el camino de hoy y seguir deshaciendo todo lo que hemos hecho estos días, sin saber nada sobre la meteorología. Frustrados pero contentos de pasar una noche bajo techo y sin tienda decidimos cocinar unos tortellini e ir a dormir pronto para al día siguiente empezar pronto el camino de regreso.

Estoy dentro del saco, pasando frío cuando de repente me parece oír un ruido lejano…

¡¡Es un helicóptero!! ¡Sí, estoy segura! Salgo del saco, cojo el frontal y salgo al exterior del refugio. ¡Está aquí! ¡Está aterrizando! ¡Es increíble!

Es un helicóptero de la policía. Una persona baja y se dirige hacia el refugio. Nos pregunta qué pasa y le explicamos que llamábamos pero no lográbamos hablar con nadie. Que solo queríamos saber si el tiempo seguiría así más tiempo porque estamos sufriendo por si la tienda se rompe.

El policía estudia el teléfono y nos dice que las instrucciones de funcionamiento están incompletas, que hay otro botón casi invisible que hay que mantener pulsado mientras se habla, como si fuera un walkie-talkie, para que se nos escuche desde el otro lado de la línea.

Nos explica que vienen desde la costa (a unos 300 km de donde estamos) y que allí también han tenido unos vientos muy fuertes estos días (de más de 100 km/h) y que se puede imaginar lo que debe haber sido dentro de la tienda. Nos explica que esta misma noche llega un nuevo frente con lluvia y nieve y nos pregunta si queremos continuar el trekking, aunque nos aconseja que no lo hagamos. Finalmente decidimos que ya hemos sufrido suficiente. Es una pena, pero hay que aprovechar la oportunidad que nos ofrece el helicóptero, ya que las cosas pueden seguir empeorando. En 10 minutos hacemos las mochilas y avanzamos hacia las luces del helicóptero, que despega con nosotros dejándonos en la más absoluta oscuridad (una lástima, porque las vistas de pájaro seguro que son impagables).

Aunque no lo parezca el helicóptero vuela a unos 150 km/h, de manera que lo que a nosotros nos hubiera costado una semana más a pie lo hacemos en 20 minutos. Aterrizamos en Kvikkjok y la persona que venía con nosotros en el helicóptero por si necesitábamos primeros auxilios nos comenta que tiene un alojamiento cerca y nos ofrece un lugar donde pasar la noche. En medio de la oscuridad más absoluta veo pasar los pinos iluminados por los faros del coche mientras intento digerir todo lo que está pasando. Llegamos. Es una especie de camping con cabañas de madera. Nos acompaña a una, nos da la llave y un mapa de la zona. Vamos a dormir.

23 de septiembre – DÍA 10

Me despierto a las 6.30 h con ganas de ir al baño. Este se encuentra en otra construcción, a pocos metros de nuestra cabaña. Salgo fuera sin el frontal. A estas horas ya hay un poco de luz. Suficiente como para ver donde nos encontramos. Se trata de un lugar increíble. El camping está situado dentro de una isla en el lago Saggat, rodeado de pinos y con unas aguas cristalinas donde se refleja la totalidad del paisaje.

Con la boca abierta me acerco al agua y admiro el entorno. Sigo caminando, resiguiendo el borde del lago y regreso a la cabaña por el bosque. Duermo un rato más. Cuando nos levantamos nos dirigimos a la recepción, donde tomamos un café y una pasta. Parece que alojarnos en este lugar idílico nos cuesta lo mismo que en el hostal chungo de Kiruna, así que decidimos quedarnos aquí unos días más. Además nos han regalado la primera noche como parte del rescate.

Pasamos la tarde paseando, maravillados ante las magníficas vistas del lugar. Poco a poco empezamos a percatarnos de que hemos hecho bien de aceptar el rescate y venir a este lugar.

24 de septiembre – DÍA 11

Hoy es un día un poco más gris y puede que llueva un poco por la tarde.

Decidimos salir a explorar la zona y para ello realizamos una de las cortas rutas que hay y que nos lleva a través de un sendero hasta la cima del Arravarre, un pequeño monte con vistas al lago y un refugio de viento. La excursión en sí es corta pero tiene muchas posibilidades fotográficas, así que nos ha llevado toda la mañana. También hemos podido ver un grupo de perdices nivales y arrendajos siberianos.  Por la tarde la lluvia ha apretado y nos hemos tomado el resto del día de relax.

25 de septiembre – DÍA 12

Salimos nuevamente de excursión. Hoy con un cambio meteorológico: niebla. El bosque está espléndido con esta nueva atmósfera que nos acompaña durante una caminata bastante sencilla hasta la playa de Bjornsviken.

A través de estos senderos también estamos descubriendo algunos puntos de interés histórico utilizados por los sami desde épocas ancestrales, como por ejemplo fogatas que se utilizan aún hoy en día.

Por la tarde hablamos con Tor-Henrik, un trabajador del camping (Arrenjarka), quien además es guía. Empezamos a plantearnos la posibilidad de montar un viaje aquí. También esta tarde es la escogida para algo que nos ha quedado pendiente: un vuelo en helicóptero.

Supuestamente, dentro de dos días un helicóptero debía recogernos al final de nuestra ruta. Debido al recate esto ya no va a ser posible, de modo que llamamos a la compañía para cancelar el vuelo. Ellos nos recomiendan hacer un vuelo de avistamiento y decidimos aceptar. Sobrevolaremos el Rapadalen, el lugar donde debía terminar nuestra aventura.

Realmente ha valido mucho la pena. Las vistas son impresionantes y la luz ha sido muy buena, alternando sol con nubes de tormenta. Además, el 100 % del vuelo es aprovechable fotográficamente y no solamente la zona del Rapadalen, donde aparte de las maravillosas vistas del delta, el Skierffe y el Námaj, hemos podido ver un alce y su cría.

Finalmente regresamos a Arrenjarka acompañados de Lasse, con quien poco a poco vamos entablando amistad. Una vez allí nos informan de que hoy el restaurante está abierto, de manera que vamos a las 18:30 h y nos comemos unas hamburguesas vegetarianas acompañadas de nuestras añoradas patatas fritas.

PD: Noche de auroras on fire!

26 de septiembre- DÍA 13

Hoy por la mañana salimos a hacer la última de nuestras excursiones cortas por la zona. Se trata de un sendero prácticamente inexistente que lleva hasta dos pequeños lagos donde se pueden ver varios puntos de interés histórico y un refugio de viento. La caminata en sí no es demasiado atractiva, pero una vez se llega a los lagos están bastante bien.

Sea como sea nos lo ventilamos en unas pocas horas y regresamos para comer con calma. Hoy pasamos parte de la tarde haciendo una siesta y viendo caer la lluvia.

A destacar la gloriosa cena en el restaurante, al nivel de Vietas (ver Sarek I): trucha ártica acompañada de verduras, puré de patatas y una salsa exquisita. De postre un pastel de manzana con crujiente de almendras y un helado de vainilla con mora ártica caliente. Delicioso.

Para completar el día hoy tenemos auroras de Kp4 reflejadas sobre las cristalinas aguas del lago Saggat. En algunos momentos corren y cambian de color rápidamente, registrándose en la foto con no más de 8 segundos de exposición.

27 de septiembre – DÍA 14

Hoy decidimos pasar la mañana descubriendo los rincones escondidos de Arrenjarka.

Resulta que no hay ni un solo centímetro de isla sin interés. Todo es perfecto. El paisaje, los reflejos, la vegetación… Incluso las posibilidades de cara a la fotografía de auroras.

Nos lleva toda la mañana, y esto teniendo en cuenta que ya llevamos días investigando y fotografiando la zona.

Hoy para comer nos preparamos nuestros últimos sobres de comida liofilizada. Este tipo de comida ha resultado ser todo un acierto, y a partir de ahora lo tendremos muy en cuenta para próximas aventuras.

Por la tarde decidimos llevar a cabo una interesante actividad de despedida: cogemos prestada una barca a remos y navegamos hasta una pequeña sauna flotante que hay en un punto concreto del lago.

Ha sido una actividad de lo más interesante. Tato incluso se ha bañado en el lago (hay que decir que las orillas del lago han estado heladas durante toda la mañana).

Cuando regresamos ya no hay nadie en recepción, así que preparamos una breve nota de despedida y agradecimiento, y luego hacemos las maletas. Nuestro bus sale a las 5:30 h de la madrugada.

28 de septiembre – DÍA 15

Nos levantamos y todavía a oscuras nos cargamos las mochilas a la espalda. La noche es severa y por suerte no llueve, pues pasaremos aún unos minutos en la carretera principal esperando el autobús, que llega puntual a la “parada”.

Durante el trayecto, de unas 2h 30 minutos, intentamos dormir, pero poco a poco empieza a clarear y no puedo evitar quedarme embobada contemplando el paisaje.

Solo hay bosque. Bosque, carretera y enormes lagos. De tanto en tanto una casa roja y solitaria da contraste al paisaje.

Son las 7:50 h y el bus llega a Jokkmokk. Salimos a dar una vuelta con la intención de encontrar una cafetería o algo similar donde pasar el rato tranquilamente y con buena temperatura.

Desgraciadamente parece que este pueblo tiene más bien poco que ofrecernos y terminamos por comprar el café y unos muffins en un supermercado.

Regresamos a la estación de autobuses, donde hacemos tiempo hasta las 13:05 h, cuando sale el segundo bus, ahora hacia Gallivare, donde llegamos a tiempo (por 10 minutos) para comprar unos souvenirs que teníamos en mente desde el inicio del trekking.

Después de una comida ligera y rápida en el hotel de enfrente de la estación cogemos el último bus, que nos llevará a Kiruna.

Es muy curioso, porque el conductor no nos quiere cobrar, por lo visto para evitar el contacto humano y los contagios de coronavirus.

Llegamos a Kiruna a las 18:10 h y nos acercamos raídamente a nuestro último alojamiento, cuya recepción cierra a las 19 h.

Hemos decidido cambiar de alojamiento porque aunque el restaurante del SPIS es muy bueno, las habitaciones y las duchas dejan demasiado que desear. La nueva habitación es más pequeña pero muy acogedora. Dejamos las mochilas y vamos a cenar.

De nuevo el restaurante da la talla, aunque descubrimos que algunos platos los improvisan sobre la marcha y sin avisar, puesto que hemos pedido cosas que ya comimos en la ocasión anterior, pero lo que nos traen no tiene nada que ver. Por lo menos está rico.

29 de septiembre – DÍA 16

Hoy era nuestro día “comodín”. Lo planificamos así por si la meteorología adversa hubiera dificultado o imposibilitado nuestro regreso ayer.

Como no ha sido así nos queda como día libre, y como no hay demasiado que hacer en Kiruna decidimos pasar el día haciendo el turista, ver tiendas y comprar souvenirs.

Especialmente nos ha hecho gracia comprar té de mora ártica (hjorton). También compramos mermelada de lingonberry (arándano rojo), sirope de hjorton y bombones de chocolate y frutos del bosque (hjorton, lingonberry y arándano).

También visitamos tiendas de montaña. Quizá deberíamos empezar a pensar en adquirir una tienda de gran calidad que pueda soportar fuertes vendavales sin reventar.

Sea como sea, y sin ninguna duda lo mejor del día ha sido poder regresar al Café Safari, una pequeña cafetería que visitamos en 2016, donde comemos una ensalada de salmón rememorando los viejos tiempos. Después tomamos un interminable café y degustamos cuatro variedades de pasteles… ¡Todo delicioso!

Por la noche volvemos a cenar en el SPIS, donde brindamos por el fin del viaje y por mi aniversario. De nuevo se han inventado la comida que he pedido.

30 de septiembre – DÍA 17

Hoy regresamos a casa, así que aprovechamos los últimos momentos antes de ir al aeropuerto, pues somos conscientes de que nos espera un regreso largo y complicado.

Después de desayunar preparamos las mochilas y regresamos al Café Safari, donde pedimos comida para llevar (será nuestra cena en el aeropuerto).

Curiosamente nos han vuelto a dejar subir al autobús sin pagar y nos confirman que efectivamente es por el coronavirus.

Después de pasarlas canutas para facturar y para que nos den nuestros billetes subimos en seguida al avión, que nos deja en 1h 30 min en Estocolmo. Desgraciadamente nos toca volver a pasar la noche aquí.

Decidimos ir a comer y guardar la comida del Safari para la cena, pues ya sabemos que a partir de las 19 h el aeropuerto empieza a quedarse desértico y no habrá nada abierto.

Por suerte tenemos entretenimiento: Hoy comienza el MontPhoto, y por el tema de la COVID este año se celebra en formato virtual, así que nos conectamos a la wifi del aeropuerto y seguimos el festival a distancia.

Después de cenar buscamos un lugar tranquilo donde pasar la noche, hasta que el ajetreo de la mañana nos despierte.

1 de Octubre – DÍA 18

Nos despertamos con el sonido de los pasos de los primeros viajeros que entran en el aeropuerto. Por suerte esta noche no hemos pasado tanto frío como en la ida, se nota que estamos más curtidos después del trekking.

Hoy toca Estocolmo – Múnich – Barcelona. Resumiendo: un rollo de vuelos de un lado a otro, pero finalmente logramos llegar a casa.

Han sido unos días muy intensos durante los que ha habido de todo: bosques, montañas, viento, nieve, renos, helicópteros, saunas, auroras boreales… En definitiva, un buen puñado de experiencias bien interesantes y que suman un capítulo más a la historia de nuestras vidas. Esperamos seguir haciéndolas interesantes.

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Marta Bretó

Fotógrafa de naturaleza y guía de montaña y de viajes, disfruta recorriendo los paisajes más variados y las noches más estrelladas con la intención de captar los aspectos salvajes y bellos que la naturaleza ofrece a través de sus imágenes.

Amante incondicional de la naturaleza y la fotografía, hace de su pasión su forma de vida, además de utilizar su trabajo para motivar la conservación y el respeto de la vida salvaje.

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