Vi mi primer zorro ártico en septiembre de 2014 en Islandia. Desgraciadamente se encontraba en cautividad en un centro de interpretación, pero ese primer contacto me hizo conectar con la especie y enseguida empezó a crecer en mi interior un deseo irrefrenable de fotografiar estos animales en estado salvaje.
Tanto es así que recientemente he regresado de mi quinta expedición a los remotos fiordos de Islandia. Además de mi interés por este escurridizo mamífero me encanta explorar, tanto en invierno como en verano, los territorios salvajes que habita, repletos de fiordos, acantilados y un gran número de aves.
En mi última visita a la zona he tenido la oportunidad de probar el nuevo objetivo Olympus M Zuiko Digital 100-400 ED F5-6.3 IS. Esto me ha permitido fotografiar algunas escenas desde lejos, sin estresar a los animales ni interferir en sus actividades, pues el verano y especialmente el mes de julio es un momento muy delicado para el zorro ártico.
Las crías nacen a finales de mayo, pero es en julio cuando dan sus primeros pasos fuera de la madriguera y aprenden a buscar alimento. Para finales de verano ya son prácticamente adultos, y con la llegada del invierno deberán ser capaces de cazar por sí solos, encontrar su propio territorio y formar su propia familia.
Como resulta comprensible, fotografiar estos momentos es complicado y debe hacerse desde el máximo respeto y evitando molestar al sujeto. En este aspecto contar con un teleobjetivo como el 100-400 mm ha supuesto una importante ventaja, puesto que debido al factor de multiplicación del sensor Micro 4/3 la gama focal equivalente al formato 24 x 26 mm es de 200-800 mm. Si además añadimos el multiplicador 1.4x (MC-14) o el 2x (MC-20) la distancia focal máxima corresponde a 1120 mm y 1600 mm respectivamente.
Esta flexibilidad me permitió fotografiar con tranquilidad a los simpáticos cachorros y el momento en que los adultos regresaban a la madriguera con el almuerzo.
Además, debido a como entiendo la fotografía de naturaleza me encanta no solo sentarme a observar la fauna salvaje, sino también caminar y explorar el paisaje. Este enfoque personal me obliga a llevar no solo el equipo fotográfico, sino también una mochila grande y pesada con la tienda de campaña, el saco de dormir, utensilios de cocina, comida, ropa y demás material. Es por ello que en este tipo de fotografía se hace muy necesario encontrar un equilibrio entre la calidad y el peso. En este aspecto, el 100-400 ED F5-6.3 IS mide y pesa únicamente algo más que el M Zuiko Digital ED 40‑150mm F2.8 PRO, pero proporciona una distancia focal mucho mayor.
Finalmente, otra cosa que resulta vital en este tipo de trabajos y entornos es contar con un equipo bien sellado contra la intemperie, pues la cambiante meteorología de esta zona de Islandia se caracteriza por lluvias finas en verano y nieve en invierno casi todos los días. Llevar conmigo un equipo resistente al agua y el polvo es extremadamente importante, pues no quiero preocuparme de la seguridad del equipo mientras estoy tomando fotografías.
Ahora que ya estoy de nuevo en casa solo puedo pensar que el resultado de la expedición ha sido mejor de lo esperado. A lo largo de la semana que pasé en los fiordos pude compartir diferentes momentos con los zorros. Todos ellos con poca luz y meteorología adversa, lo cual supone un gran reto fotográfico. Estas circunstancias adversas acrecentaron la experiencia de compartir con estos bellos animales sus duras condiciones de vida. Durante los distintos encuentros pude ver cómo los cachorros a ratos descansaban y a ratos jugaban los unos con los otros. Pude ver cómo los adultos iban y venían con diferentes especies de aves en la boca para alimentar a sus crías e incluso tuve el privilegio de disfrutar de momentos enternecedores en los que la familia al completo se reunía en el marco de un impresionante paisaje. Sin duda, son momentos que atesoraré en mi retina y en mis fotografías.